Castellón, 31 de marzo de 2011. Feria de la Magdalena. Toros de Jandilla y uno de Vegahermosa (el quinto). Justos de presencia y bajos de raza. Morante de la Puebla (ovación y aplausos), El Juli (ovación y dos orejas) y José María Manzanares (dos orejas y palmas). Se desmonteró la cuadrilla de Manzanares: Trujillo, Amorós y Blázquez. Lleno (más de 8.000 personas).
La tarde respondió a la expectación. Era el cartel de la Magdalena. El sustento del abono. Un lujo idéntico al del próximo domingo de resurrección sevillano. Y cómo no, la tarde, de apretón, de tendidos a parir, de sudores al sol de primavera y de alguna que otra lipotimia. En escena, Morante, Juli, que volvía a La Plana tras dos años de ausencia, y Manzanares con toros, eso es un decir, de Jandilla. Y el resultado, triunfal. Puerta grande para Manzanares y El Juli. El milagro de Morante queda a la espera de la pascua en La Maestranza.
Pero eso ya lo veremos. Mientras, para no perderle la pista está Josemari. En estado de gracia. El faenón de València no fue casualidad. Rebosa torería, ve a los toros con rapidez y los torea la mar despacio, anda tan fácil como artista y, sobre todo, ha vuelto tras su lesión en la mano izquierda con una enorme confianza en sí mismo. Quiere y además puede. Imagina en la cara del toro, y si no le sale, vuelve. Además con la espada está hecho un cañón. Volvió a hacer la suerte suprema recibiendo, y esta vez sí le salió. José María Manzanares está en sazón, rebosa personalidad y busca su techo.
Él sólo se encargó de poner cara la tarde. El tercero de la tarde sacó una punta de casta. Raza, pies. Otra embestida. Más rumbosa que la de sus hermanos de camada ya lidiados. No asustaba a nadie, pero tenía que torear. Manzanares imprimió temple e improvisó con inteligencia el toreo. Ligado, reunido y con gran empaque. Con la diestra se lo enroscó a la cintura, acompañó con el pecho, con muleta baja, muy templada, muy despacio. Cautivando. Y dejó un de pecho que fue un auténtico monumento. Uno de esos que vienen tras otro de pecho, uno de esos que de normal sobran, pero este fue necesario por bello. De aquí hasta allá, muy rebozado. Cumbre en redondos y tres naturales de ensueño. La estocada, en la suerte de recibir, dos orejas y una nueva conquista.
El segundo de su lote, que cerró plaza. fue incómodo. Desrazado, de rebrincada embestida, nunca venía metido en la muleta. Por esto --un pelo-- se salvó en el intentó al natural en dos ocasiones en menos de un minuto. Por la derecha lo castigó y de un espadazo lo mandó al desolladero.
Al acabar la corrida hablé con un amigo que de progre que quiere ser, es antitaurino. Cómo va. Bien, de los toros venimos. Ah, entonces supongo que de maravilla. Sí, claro; no ha ido mal. Imagino, ¿cuántos han caído? Pues seis, como en toda corrida de toros. ¿Y bien? Sí, te aseguro que estos seis toros no estaban llamados a hacer grandes cosas en la vida. Manzanares y El Juli, por la puerta grande.
Los seis de Jandilla, justos de todo, no fueron un dechado de bravura ni mucho menos. El conjunto fue algo mirón. A los dos primeros, tan nobles como predecibles, les faltó casta. El tercero aportó eso. El cuarto, una raspa, acabó humillando por insitencia. El quinto, renqueante, lo mejor que hizo fue entregarse a los poderes de Julián López y el sexto no estaba tocado con la varita de la bravura, más bien al contrario.
Noticia es el estado de gracia de Manzanares en este inicio de temporada. Lo de El Juli es costumbre. Un vez más demostró su rotundidad habitual. La renqueante borreguez de su primero la contrarrestó con quietud y temple. Exigente siempre por abajó, acabó buscando lo imposible ligando uno de las flores más que ceñido sin enmedar. Pinchó antes de la estocada y ahí el público de Castellón demostró que no pretendía regalar nada.
Obligado en el quinto, el más toro por hechuras, también el más alto de cruz, pero también flojo, salió a por todas. El tercio de varas, pura pantomima. Encontró las distancias, se la echó a la zurda y barrió la arena al natural con el toro metido en la muleta y en los mismos medios en un par de series incontestables. Luego en redondo acabó por imponer su ley muy metido entre los pitones y esta vez la estocada dejó al jandilla sin puntilla. Dos orejas.
Morante quiso. En su primero imprimió mucha belleza. Toreo enroscado en redondo. Pero la falta de emoción del animal, el pinchazo antes de la estocada y que Castellón no regala nada, dejó la cosa en ovación. Con el cuarto lo mismo otro día tira por la calle del medio, pero esta vez le buscó las vueltas. Rebrincado por el derecho, empezó con la zurda, lo metió por ahí y luego por allá. Era el Morante poderoso que ya sabía que el milagro era imposible, pero que avisaba de cara al siguiente capítulo. Será en Sevilla por resurrección y a mi me da que se ha guardado la que le han hecho Manzanares y El Juli en Castellón.