Cogida sin consecuencias de Curro Díaz al entrar a matar al cuarto. |
València, 16 de marzo de 2011. Quinta de la Feria de Fallas. Toros de Fuente Ymbro bien presentados, salvo cuarto y quinto que bajaron. Encastados e importantes segundo y sexto. Tercero y quinto, nobles y buenos para el torero. Curro Díaz (ovación en los dos), Matías Tejela (silencio tras aviso y oreja tras aviso), Rubén Pinar (palmas tras petición y palmas). Menos de media entrada (cerca de los 5.000 espectadores). [VÍDEO]
La importante corrida de Fuente Ymbro sirvió para poner al descubierto la nada que es la tauromaquia moderna. Corrida seria y noble, sin echar ni una mala mirada, aunque tal vez se lo pensó más de la cuenta y escarbó, y eso genera dudas, sobre todo al que se pone delante. Pero de los seis, cuatro fueron de triunfo. Y dos como para ponerse a invertir. Pero ni unos ni otros, los seis, los cuatro que más sirvieron y los dos que menos, se fueron tras el tiro de caballos --por favor no utilicen el genérico mulillas en València-- al desolladero con sólo una oreja de menos --la del quinto-- y baldados por una increible colección de pases y más pases.
No hubo remedio, la fría y gris tarde transcurrió sin que esa sensación que provoca el toreo se agarrase al cuerpo para provocar una seria sacudida. El toreo cuando se presencia se puede palpar en el ambiente, se puede escuchar en la rotundidad de los olés, se puede saborear e incluso llega tener efectos curativos. Les voy a contar una secreto: la víspera del inicio de esta Feria servidor cogía la cama con 39 de fiebre, al día siguiente se fue a los toros con cerca de 38, pero fue presenciar la faena de El Juli y los síntomas empezaron a desaparecer y ahora sólo arrastramos una incómoda congestión.
Que hoy hubo bastantes excusas para hacer el toreo es indudable, pero no fue así. La importante corrida de Fuente Ymbro se estrelló contra el pegapasismo de esta tauromaquia moderna.
Esta crónica para ser buena de verdad debería ofrecer el número, la cantidad, de todos los pases que instrumentaron Matías Tejela y Rubén Pinar. Más o menos así: "derechazo, hacia afuera, derechazo, en línea, otro derechazo, uno de pecho, otro más. Se pasea el torero, vuelve, otro derechazo, otro más, otro derechazoooooo (acaba en circular), se agarra el torero al costillar y otro de pecho".
Tejela cortó una oreja al quinto, a Pinar se la pidieron en el tercero, pero el palco se mantuvo serio, aunque tanto da una oreja de más o de menos, porque estas orejas de València ya no tienen ninguna credibilidad. Ni la tenía la que se guardó el presidente ni la que concedió.
Curro Díaz, que encabezaba la terna y no es un pegapasista común porque tiene su sensibilidad de artista, pechó con el lote más soso. El primero de la tarde, muy basto de hechuras, se movía en modo cochino y tenía media arrancada. Díaz salpicó la faena de sus pinceladas, que siempre caen la mar de bien pero allí faltaba la emoción. Por el izquierdo embestía rebrincado y le rebañó por debajo del sobaco en un par de ocasiones. Mató de estocada casi entera y descabello y saludó una ovación.
Ya no habría más toros así, pero Curro no sería quien se llevase el gato al agua. Si en cambio el susto de la tarde. El cuarto lo prendió tras dejar la estocada, lo volteó de mala manera y del suelo se levantó medio grogui. Muy fea cogida, afortunadamente sin consecuencias.
Curro Díaz es un tipo que se recrea en la ejecución de la suerte suprema. Signo de torería aunque la faena se había ido diluyendo. El cuarto era el toro de menor peso y eso se notaba en su trapío. Hasta banderillas el toro había lucido buen galope, pero empezó a afligirse y a perder fuelle en el último tercio. También recortó distancias Curro Díaz, se amontaron las ideas y la cosa no fue a más de los detalles y pinceladas. La estocada, eso sí, de torero.
El toro segundo fue muy importante. Cazador se llamaba. De salida se tapó. Muy alto, empujando con la cara arriba en elcaballo y con feo estilo en sus movimientos. Pero en el último tercio el toro fue a más, cosas de bravo. La primera serie, a derechas. La segunda, al natural, y Cazador empieza a humillar.
Por abajo y hasta el final, pronto en el cite en un principio, aunque después empezó a escarbar cuando lo dejaban pensar. Bueno por el derecho, pero mejor por el izquierdo. Matías Tejela, quien a todo esto era su lidiador, abusó del toreo en línea, de no someter, y sobre todo de no embragentarse de verdad o más todavía, tal vez por la incomodidad del viento o vaya usted a saber. La sensación tras tres pinchazos, una estocada en todo lo alto y un aviso es que un toro de triunfo gordo se iba al desolladero.
Tejela tocó pelo en el quinto. Otro toro, junto al cuarto, bajo de trapío, con la cara muy lavada. Bueno para el torero, porque digamos que era más cómodo y menos exigente, de embestida humillada, pero saliendo de la suerte pensando en las musarañas. Lo mejor de la faena de Tejela fue cuando mediada la faena ejecutó el cambiado por la espalda y ligó tres en redondo. Muy largo el trasteo y el toro que no se cansó de embestir ni dio muestras de renunciar. La estocada demasiado caída y el premio de la oreja, pues intrascendente.
Rubén Pinar mostró dos caras con el lote de mayor seriedad. Mejor con el exigente sexto que con el pastueño tercero. Al tercero le instrumentó decenas de derechazos y naturales de excelete factura técnica pero escaso mensaje. A este Pinar se le pone embestir una mosca y le pega pases. Es capaz, sí, pero dice muy poco. Con el tercero se volvió a repetir la fórmula, que en València ya ha triunfado en más de una ocasión, pero pinchó antes de agarrar la estocada.
La versión del sexto gusto más. Este fuenteymbro, encastado, bravo en el caballo y con geniecillo, le obligó a emplearse, a colocarse mejor, a tocar adelante y a templar y mandar. Pinar dio la talla con el bueno y con el incierto más todavía, le faltó rematar a espadas, pero sobre todo ese punto de reposo y gusto que hace del toreo algo único.
La tauromaquia moderna es la industrialización del toreo, y el toreo es algo único, mágico e irrepetible. Y en tardes así, con la oportunidad ofrecida por cuatro toros de Fuente Ymbro, no verlo aparecer, al aficionado menos pintao le sienta como una patada en el mismísmos. Con perdón.