fallas 2011/ el cid y perera sientan cátedra ante una buena corrida del capea
València 18 de marzo de 2011. Octava de la Feria de Fallas. Toros de San Mateo (1º, 2º, 4º y 6º) y San Pelayo (3º y 5º) y uno de Zalduendo (6º bis), bien presentados. Nobilísimos primero y segundo. Bravo el cuarto y encastado el quinto. El Cid (oreja y oreja), Miguel Ángel Perera (oreja y oreja) y Cayetano (silencio y pitos). Cerca del lleno.
Cuando menos te lo esperas, cuando más dudas te rondaban las ideas, va y el toreo, su pureza y el toro se desnudan ante tus propios ojos y te sorpreden como nunca, como siempre, y en grandes dosis. A la Feria de Fallas le hacía falta una tarde así que rompiera los pronósticos. El Cid y Miguel Ángel Perera lo bordaron en una tarde para enmarcar y los toros de encaste Murube de Pedro Gutiérrez Moya ofrecieron un enorme recital de bondad y nobleza, pero también de los ricos matices que puede deparar la bravura. Sólo, y esa fue la pena, Cayetano no tuvo la suerte de cara en esta tarde para recordar por bastante tiempo. Al final fueron cuatro toros y cuatro orejas, aunque esto último es lo de menos
La tarde y la feria alcanzaron en el cénit con los toros cuarto y quinto y las lecciones tan sobrias como apabullantes de El Cid y Miguel Ángel Perera.
El cuarto toro, Navajito, número 44 y con el hierro de San Mateo, es hasta el momento el toro de la feria. Y a un servidor, por ejemplo, no le hubiese molestado el reconocimiento póstumo de la vuelta al ruedo. No sé si por la emoción o porque las razones que se van a esgrimir así creo que lo justifican. Le cupo en suerte a El Cid, que se recreció en su mejor versión, y si no llega a marrar al primer intento de la suerte suprema, tal vez la cosa sería de dos orejones. Pero como ya hemos dicho al final eso es lo de menos.
'Navajito' salió sin mucho orden. Alto y voluminoso, demostró feo estilo, con un punto de genio y carácter, o llámalo casta. Corretón y curioso por lo que podría haber más allá del burladero. Mas el remedio de la puya resultó de crucial efectividad. Vara importante, la segunda ya menor. Un quite por orticinas --nos apuntó Andrés Blanco el nombre del quite-- de Perera, y El Cid que tiene ese importante momento de lucidez. A los peones que trataban de tirar del toro hacia adentro les ordenó 'a taparse' y el toro, que se había quedado por dentro de la segunda raya, fue citado por El Cid cerca de los medios.
La primera de tanteo, con tal vez un enganchón. Pero en la segunda la diestra se hundió en la arena y sometió por abajo. Todo el genio lo empleaba 'Navajito' en obedecer el mando de la muleta de El Cid; ese Cid implacable e inmenso de cintura rota, suerte cargada y trazo eterno. Importante, muy importante el toreo del de Salteras y la respuesta del murube de Capea. También al natural, especial. La muleta a rastras y siempre por delante y el viaje hasta allá. Mando, profundidad. Distancia y terrenos: siempre cerca de los medios. Donde empezó la faena, la acabó de gran estocada tras el error de buscar el tercio y pinchar. Eso es el poder y la bravura: someter y entregarse. Faenón y un gran toro.
Y a El Cid le siguió Miguel Ángel Perera. La situación la misma. Una oreja en el esportón y la ambición por las nubes. El corazón rebosante de confiaza y la cabeza bien despierta.
Miguel Ángel Perera sacó el valor y el mando. El quinto no regaló nada y encima, por miradas y por acostarse por el derecho, resultó incierto. Perera tuvo que meterlo en la muleta. Confiarse y atornillar la zapatillas y derrochar valor. En la tercera serie tragó lo indecible y ganó. Por dos veces le rozó los machos, pero más pudo la muleta. Luego el reto era el pitón izquierdo y ahí se explayó Perera muy por abajo en series muy reunidas pero que costaban un potosí en cuestión de aguante. Otra serie más al natural extraída de las tantas incertidumbres del toro y a continuación un arrimón a carta cabal, demostración absoluta de poder. Mandó Perera contra todas las aristas del toro y puso la plaza en pie. La estocada defectuosa y el trofeo, sólo uno. Pero las huellas de la lección quedaban impresas en la memoria del albero valenciano.
Los toros cuarto y quinto pusieron la casta, la bravura, el interés, los matices y exigieron el toreo más auténtico y rompieron la tarde y la feria. Antes El Capea había echado dos nobilísimos toros, dóciles de tan nobles, con los que Manuel Jesús 'El Cid' y Miguel Ángel Perera hicieron un ejercicio de toreo de salón en los que se echó en falta mayor emoción.
El que abrió plaza, un toro a lo 'Botero' por sus formas redondas, ya a su salida del chiquero metía la cabeza que daba gusto. Prácticamente como si se torease al carretón, El Cid no tuvo más que poner gusto y temple y para rematar una gran estocada.
Y lo mismo Perera, que con el dócil segundo rozó la perfección con el toreo en redondo por el temple que fue capaz de imprir. Pincho antes de agarrar una estocada desprendida y aun así cortó una merecida oreja.
Cayetano salió espoleado por los primeros trofeos de sus compañeros e hizo el gesto de irse a porta gayola. Pero luego todo se torció irremisiblemente y sin contemplaciones. Su primer toro en un lance absurdo del último tercio se partió el pitón derecho y sus opciones empezaron a restarse. De dignidad torera fue el tirarse a matar a ese toro por el pitón izquierdo, agarrando la espada con la zurda. Gesto de torero.
Y para confirmar que no tenía invitación en el festín triunfal, el sexto de la tarde, que había mostrado buena condición, fue devuelto por falta de fuerzas. En sustitución salió un Zalduendo áspero con el que no se acopló.
No quedaba duda ya. El Cid y Miguel Ángel Perera habían sentado cátedra ante una gran corrida murubeña del Niño de la Capea. Pero de verdad, ¿quién iba a decir que nos íbamos a llevar semajante alegría? El toreo y la bravura por fin tomó las Fallas.