fallas 2011/ público fácil
València, 13 de marzo de 2011. Segunda de la Feria de Fallas. Toros de Jandilla de justa presentación, flojos, nobles y descastados. El cuarto, un bendito. El quinto con buen tranco. Rivera Ordóñez (silencio y una oreja), El Fandi (silencio y oreja) y Alejandro Talavante (silencio en ambos). Más de tres cuartos de entrada (cerca de 9.000 personas). [VÍDEO]
El público que asistió a la corrida tenía el don o la capacidad de amplificar en un magnífico sonido envolvente sus sorprendentes reacciones ante las más comunes vicisitudes de la corrida. Salía el toro y un murmullo in crescendo recorría los tendidos, que El Fandi se echaba de rodillas y el público empezaba a cuchichear al unísono, que se caía el toro, y lo mismo.
Era tarde de público esporádico y generoso al reclamo mediático de Rivera Ordóñez, ahora Paquirri en los carteles, y la espectacularidad banderillera de El Fandi. Porque es curioso, este público, como ya asumiendo que la tarde pueda resultar un petardo, se justifica con que "por lo menos veremos a El Fandi en banderillas". Público fácil de conformar pues, sin un criterio taurómaco del que fiarse y capaz de premiar la vulgaridad. Es un cartel que es una licencia empresarial, pues los más de tres cuartos de entrada justifican eso y más. Y ahora que Rivera Ordóñez lleva las banderillas de fijo en el menú, pues con más razón.
Ya ven, qué gracia. Por todo ello hay que soportar una tarde más --y ya van dos estas Fallas-- en la que el ganado deja mucho que desear. Los de Jandilla sacaron nobleza pero muy escasas fuerzas y nula casta. El colorado primero se paró pronto, el segundo fue maltratado a trapazos, el tercero lograba moverse de puro milagro y el sexto fue imposible por tan destartalado. Se salvaron dos del desastre: el cuarto, que fue un bombón de dulce que embestía, y el quinto, que tuvo ese tranco suficiente para dejar estar, aunque sólo por el derecho.
Paquirri le cortó una oreja al cuarto por una faena aseada y templada. Con el que abrió tarde lo dejó todo en un arrimón a modo de recurso. El jandilla cuarto era un bendito y tal vez en otras manos hubiera sido de lío gordo. Rivera por su parte dejó un muy buen inicio rodilla en tierra con un trincherazo y un cambio de mano buenos de verdad, luego algún que otro muletazo engachado por abajo, y varias sonrisas al tendido. Muy correcto y detallista, pero sin redondear en ningún momento y haciñéndolo todo de rayas para dentro. El espadazo, lamentable: trasero y caído. La petición, mayoritaria, y una oreja. En banderillas, por cierto, Rivera completó dos tercios en los que destacó por las ventajas que dio siempre al toro.
El Fandi, que banderilleó con más espectacularidad pero menor ajuste, empató a una oreja con Rivera en el quinto y eso que hizo bastante menos. Pero si ya algún que otro espectador o espectadora se había atrevido a pedirle la oreja tras su primera colección de trapazos al segundo de la tarde, con el quinto que iba y venía ya no quedaban excusas. Oreja barata y vulgar, como toda la tarde, la que se le concedió a El Fandi.
Ese quinto lució musculatura y cierto trapío. Salió con pies y Fandila le pegó de saludo hasta chicuelinas y en el caballo lo cuidó con dos varas que sólo señalaron. Espectacular el inicio rodilla en tierra, acelerado y breve en las series en redondo dejándose al toro venir de lejos e imposible al natural. Por ahí se le coló en los dos únicos intentos. La estocada defectuosa pero efectiva no fue impedimento para el regalo de la oreja.
En Alejandro Talavante se habían puesto las esperanzas para que ejerciera de contrapunto de la tarde. Pero ni por esas. El lote de jandillas podridos que le correspondió acabó por condenarle a la nada. Al tercero de la tarde, cuando ni Rivera ni Fandi habían ofrecido las mínimas muestras de lo que es el toreo, Talavante dejó varias series, pero su oponente no era tal y embestía de puro milagro.
El que cerró plaza era de hechuras destartaladas y sin ninguna gracia ni ganas por emplearse. Lo peor es que Talavante anduvo con este hecho un pinchauvas y así la tarde se apagó con peor sabor todavía y menos mal que a nadie se le ocurrió pedir el sobrero.