Castellón, 30 de marzo de 2011. Feria de la Magdalena. Novillos de El Parralejo de baja presentación en general pero buenos y a más en el último tercio. Al segundo se le dio la vuelta al ruedo y todos fueron ovacionados en el arrastre. Thomas Duffau (silencio y oreja), Juan del Álamo (dos orejas y ovación) y López Simón (oreja y ovación). Algo más de un tercio (sobre las 3.000 personas). [VÍDEO]
El Parralejo, 'procedencia' Fuente Ymbro, se estrenaba en Castellón con novillada picada e hizo pleno. Seis de seis. Seis novillos embistieron de seis. Cinco y medio si me apuran. Ninguno igual, pero todos dieron juego, opciones y tuvieron interés. No ocurrió lo mismo con los novilleros, también nuevos en esta plaza. De la terna se destacó por varios cuerpos de distancia Juan del Álamo. Y es que decir el toreo al mismo tiempo que se hace no está al alcance de cualquiera. Cortó dos orejas y a punto estuvo de una tercera. López Simón también gustó, pero trata de empalagar demasiado y no acaba de salirle del todo. Por eso se quedó con una. Thomas Duffau, en cambio no dijo nada y eso que no fue por falta de material.
La novillada del Parralejo fue baja de presencia. Muy terciada, con tres lotes muy definidos. El mediano se lo llevó Duffau. El más fuertecito, Del Álamo. Y el más bajo, Simón. Con motor y fuerzas más que suficientes, se fueron arriba y se atemperaron en la muleta todos. La novillada salió a puyazo por turno. El primero fue bravo de principio a fin. También dulce. El segundo se salió del peto, pero fue a más. El tercero muy templado. El cuarto empujó con la cara arriba pero murió con la boca cerrada tras faenar en los medios. El quinto tuvo matices según las querencias. Y el sexto fue manso en los primeros tercios, recordando a su hermano lidiado en cuarto lugar en la matinal sin caballos de fallas, pero en el último tercio metió la cara y sacó muy buen tranco.
Un lujo, vaya. Seis novillos para triunfar. Ahora ya saben los chavales que tengan algo que decir dónde les embisten francos y por derecho: en lo del Parralejo. Subrayo lo de 'tener algo que decir'.
Como Juan del Álamo. De nota fue su tarde y muy importante su triunfo. Por varias razones. Porque demasiadas dudas había sembrado últimamente, porque su alternativa está próxima y porque es uno de los pocos valores de la novillería sobre los que descansan las expectativas de los amantes del toreo puro.
De esos me da que cada vez hay más, lo que pasa es que no acaban de ser conscientes todavía. Se notó esta misma tarde. En el más absoluto de los silencios presenció el público cómo se le iba a Thomas Duffau un novillo importante, al que tampoco se le acabaron de echar cuentas por aquello de la frialdad del primero de la tarde, y en cambio fue salir Juan del Álamo, arrancarse con torerísimos doblones rodilla en tierra para someter al manso y ligar y ajustar el torero en redondo y aquello cambiar como de la noche al día.
Juan del Álamo hizo el toreo y, sobre todo, lo dijo. Sin más. Con la muleta por delante, cargando la suerte, dibujando el trazo por abajo y rematando atrás. Torero y muy despierto. Importante en el trasfondo de la faena fue cómo administró los terrenos. Cómo lo sujetó en la contraquerencia, entre las rayas, para que rompiera sin excusas. Lo demás lo hizo su muleta, suave y poderosa siempre por debajo de la --escasa-- pala. Superior en redondo. Al natural Del Álamo tiene que pulirse ya que resulta brusco su remate, ese muñecazo, pero aun así le sopló un par de series que acabaron sumando
El novillo se vino arriba. Del Álamo le dio ventajas, lo dejó lucir de largo y se le pasó por la faja tantas veces como pudo y al final la prueba irrefutable del faenón era el frente de la taleguilla. El blanco y azabache ahora era sangre de toro y azabache. Se tiró a matar. Estocada tendida y dos orejas. Al novillo se le concedio la vuelta al ruedo. Una exageración que estuvo de más. El novillo de la tarde ya había salido.
El quinto fue el único castaño, y junto con el segundo, el de más cuajo aunque de leña estuviese tan escaso como todos. Fue el de peor condición. Se defendió de la vara y echó la cara arriba al final de cada lance. Era manso, su embestida algo descompuesta y apretaba a favor de querencia. En una de esas le pegó una voltereta a Del Álamo cuando intentaba el natural. Le cambió los terrenos y la mano, y le pegó otra voltereta. Del Álamo reaccionó cruzándose al pitón contrario y poniendo la muleta muy por delante, y se impuso a las circunstancias. Pero esta vez se lió a pinchar. Ovación que recogió pasando a la enfermería.
López Simón bebe del concepto del César Jiménez primigenio un tanto atalavantado y peca de sobreactuado. Pero eso no es inconventiente para leer a un novillero que tiene tanto por pulir como cosas que decir. Su tauromaquia se sustenta en el valor y en temple y eso es más que suficiente por el momento.
Su primer novillo fue una pera en dulce de noble que era y se vino cuantas veces fue necesario. López Simón, que a todo esto se llama Alberto, le dio distancia, pero sus muletazos salieron demasiado livianos por su desnaturalizada pose. Subió la faena de tono cuando las distancias se acortaron. Ahí aguantó un parón en mitad de la suerte, media muleta en la arena. El tiempo detenido. Un toque y el temple exacto. Y el toro hasta el final. Ese temple es un tesoro. La estocada entera, pero defectuosa. Petición y una oreja, que al peso del toreo dicho y hecho era, al cambio, premio más que suficiente.
Igual de templado, con el sexto. Una raspa de novillo que tuvo a raya a todo cuanto se movía. Los primeros tercios, un auténtico correcalles. En la muleta, en cambio, se enceló con tranco y galope. López Simón falló en la colocación una y otra vez. Siempre fuera de cacho, el novillero sólo que hacía tapar las embestidas sin gobernarlas. Pero porque se lió con el descabello, que si no también se va por la puerta grande.
Duffau, en cambio, ni por esas. Batió el récord de la tarde en cuanto a circulares se refiere y por eso le concedieron una oreja. Demasiado poco para tan buen lote. Más bien nada. Su primero fue el único que mereció el adjetivo de bravo y el cuarto lo admitió todo en los medios y murió con la boca cerrada. Duffau descargó la suerte y lo hizo todo hacia fuera y las raciones de circulares cada vez surten menos efecto. Gracias a Dios o a Cúchares. Basta con compararlos con el toreo puro.
Como el que dictó Juan del Álamo que se fue por la puerta grande con un puntazo en el gemelo izquierdo y delatando en su taleguilla que se había arrimado un huevo.